Mi testimonio
Por: Israel Acevedo
Ya han transcurrido varios meses desde mi reconciliación con el Señor. Desde ese mismo instante que decidí abrir nuevamente las puertas de mi corazón a Jesús, la gracia y las bendiciones del Todopoderoso no han cesado de tocar a las puertas de mi vida. Sin lugar a dudas, soy un hombre nuevo en Cristo. Gracias a ello, a su dirección, fortaleza, sabiduría y misericordia, hoy soy un mejor siervo, hijo, un mejor padre, pero sobretodo, soy un Mejor Esposo….
Por: Israel Acevedo
Ya han transcurrido varios meses desde mi reconciliación con el Señor. Desde ese mismo instante que decidí abrir nuevamente las puertas de mi corazón a Jesús, la gracia y las bendiciones del Todopoderoso no han cesado de tocar a las puertas de mi vida. Sin lugar a dudas, soy un hombre nuevo en Cristo. Gracias a ello, a su dirección, fortaleza, sabiduría y misericordia, hoy soy un mejor siervo, hijo, un mejor padre, pero sobretodo, soy un Mejor Esposo….
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Estas son mis amadas. La Reina de mi corazón, Deborah, y la princesa de nuestra vida, Andrea. |
A mi vida se presentó la
oportunidad de un nuevo trabajo en el área de la publicidad. Tal plaza demandaba
mucho tiempo de mi persona, (tiempo que sacrificaba de mi familia) y de igual
manera, mucho tiempo en la calle.
Génesis de mi perdición
La accesibilidad al alcohol, el
dinero y las mujeres, entre todos los placeres carnales que brindaba la calle a
mi carne, rápidamente consumieron toda forma de decencia, respeto, integridad y
fidelidad para con mi esposa y familia.
En mi primer matrimonio sufrí la
decepción de un adulterio. Tras tal experiencia, comencé con un hábito de
fornicación exagerado. La decepción sufrida en aquella primera relación
significativa en mi vida, me hacía de la idea de que con cada mujer que me
acostaba, me desquitaba de lo que me habían hecho. Qué manera tenía yo de
justificar mi adicción al sexo.
Que engaño había plantado el enemigo en mi cabeza.
Era evidente como el diablo comenzaba a manipular y destruir mi vida.
Con cada día que pasaba, más me
hundía en un mundo de fornicación desenfrenado. Ya era muy evidente para
Deborah mi infidelidad, con tantas noches en la calle,
y excusas irrazonables que formulaba a cada una de sus
interrogantes. Rápidamente el desprecio, la insensibilidad y un odio se
apoderaron de mí, y por ende nuestra relación sucumbió. Por primera
vez abandoné a mi mujer, mis hijos y mi casa.
Rápidamente me envolví en
un sinnúmero de relaciones, de las cuales ninguna se basaba en
verdadero amor. Imagínese, que si no existía respeto para la
persona a quien verdaderamente amaba, (Deborah) que respeto o sentido de
compromiso podía yo tener para alguien a quien no tenia afecto.
Durante esa etapa de nuestras
vidas, Deborah y yo nos envolvíamos en unas batallas increíbles.
En múltiples ocasiones nos maldecimos el uno al otro.
Nos declarábamos odio con cada discusión que pudiéramos tener.
Aun y con todas esas batallas, yo no podía dejar de estar pendiente
de ella.... Varios años pasaron, en donde más me sumergí en ese
mundo irreal de la fornicación, el alcohol y hasta la prostitución.
Una vez alejado de la industria
de la publicidad, mis andadas en la calle cesaron. El no estar envuelto con la
clase de personas y el mundo que los envuelve, me permitió reflexionar, y
de tal forma abrió las puertas para que Deborah y yo,
nos reconciliáramos nuevamente. Pensaba yo, que ya estaba cansado de
alborotar en las calles, y que el bienestar de mi hija y mi casa, eran mucho más
importantes que lo que la calle podía ofrecerme. Para ese entonces,
Deborah ya había tenido su primer encuentro con Dios, llegando a
entregar su vida al Salvador. De cierta manera
me sentía feliz por ella. Personalmente, a los 14 años había
entregado mi corazón a Dios, y aun en mi ignorancia de aquella etapa
de mi vida, sabía que era una experiencia y sensación sin
igual.
Para aquel entonces, tenía la
dicha de poder trabajar desde la comodidad de mi casa,
y así compartir de gran manera con mi pequeña Andrea.
Deborah, en el entusiasmo de su reciente conversión al evangelio, pasaba
la gran parte de su tiempo en la iglesia; cosa que a mí me incomodaba al
principio. Esa fue la puerta que le abrimos al Diablo, para atacar nuevamente
nuestra relación, y destruir nuestro hogar nuevamente.
Nuevamente comenzaron las
batallas en el hogar, Mientras estaba solo, trabajando desde el hogar y
compartiendo con mi hija una vez salía del colegio, todo marchaba con
naturalidad en la casa. Tan pronto Deborah llegaba a la casa de su trabajo, el
Diablo no perdía oportunidad alguna para traer consigo reyerta,
desasosiego, odio y destrucción. Al cabo de un poco mas de 6 meses de
casados, Deborah y yo, volvíamos a separarnos, solo para unos
meses después divorciarnos.
Inmediatamente volví a
caer en mi adicción sexual. Si en un pasado mi hambre por la carne,
la fornicación, las depravaciones sexuales eran fuertes, en
esta ocasión se hacían insaciables. Para entonces, todo
mi interés era buscar mujeres para intimar sexualmente y así,
tratar de apaciguar mi apetito sexual. No importaba el lugar, la hora,
el día, la noche, ni tan siquiera el país, mi cacería era
incesante.
Mis andadas hirieron tanto a
Deborah, y de igual forma a toda mi familia. El enemigo
se había apoderado de mí de tal forma, que ni tan siquiera era yo
capaz de reconocer como infligía tanto dolor sobre mi familia.
Mientras más Deborah y mi madre oraban por mí, más me hundía yo en un
abismo que me llevaba directamente y sin escala al infierno. Aun así,
no podía yo dejar de estar pendiente de Deborah...
No solo mi vida era motivada por
la fornicación y deseo a la carne, estaba lleno de odio, de ira, de
rencor. No había momento en la calle en que yo no vacila buscar la
contienda con alguien. Cuando me cortaban el camino en la carretera, la
ira invadía todo mi ser, y me movía iniciar la
contienda física con cualquier hombre en la calle. Pero
Dios, comenzó a hablar a mi corazón.
Mi vida se llenaba de soledad.
Nadie compartía conmigo ya. Parecía que todos me sacaban
el cuerpo. Comencé entonces a decaer en mi capacidad sexual. Ya no
contaba con la misma virilidad. Todos los días me daba cuenta de
que no tan solo hacia el mal. Sino que todo lo que hacía no tenia
significado, ni sentimiento alguno. Por más que trataba de enamorarme de otra
mujer, no lograba conexión alguna con ninguna. Eso lo
odiaba. Quería yo dar comienzo a una nueva vida y familia. Lloraba en
mi carro a todo momento. Mi corazón se hacía sublime a la presencia de
Dios, pero yo no le permitía que entrara. Dios no se cansaba,
no perdía oportunidad alguna para hacerme un acercamiento. Yo sabía
que la única salida; la única manera posible yo poder
solucionar todo era a través de Dios, pero no le daba la oportunidad.
Decidí solicitar a Deborah
una nueva oportunidad. Habíamos discutido esa posibilidad
unos días antes. Estaba yo muy seguro de que así me
la daría. Para mi sorpresa, ella entonces me anunciaba
que habría de comenzar una nueva relación con otra persona,
y que se daría la oportunidad con ella. Mi vida se desplomo en
ese momento. Finalmente Deborah decidía rehacer su vida con otra
persona, en el momento que yo mas deseaba enmendar mi relación con
ella.
Finalmente sucumbí. Tanto
Deborah, como mi hija, parecían estar muy a gusto con la nueva relación a la
cual Vivian. Aun y cuando odiaba la idea de ello, y sentía que perdía al
amor de mi vida y a mi hija para siempre, entendí que era lo mejor para ellas
entonces. Me sentí chiquitito, me sentí, menos hombre. Me sentí todo un
fracasado de la vida. Ya tenía que acostumbrarme a la idea de que ya no había
posibilidad de volver a mi amada.
No me quedaban fuerzas ya para
pelear. Lloraba en la intimidad de mi habitación si cesar. Fue entonces ahí,
que sentí nuevamente la voz, muy dentro de mi corazón, y decía: "vuelve
a mi Israel. Mucho tiempo has pasado peleando contra todo tu solo." Es ya
tiempo de que vuelvas a mi".
Sabía que era Dios quien
nuevamente me llamaba. Esa vez, no vacile en caer sobre mis rodillas y decirle, "Padre por favor sálvame. Sácame
de esta vida que me traga como arena movediza". No tengo más fuerzas para
pelear, y ya no quiero pelear más. Te entrego mi vida para que tú hagas con
ella lo que en voluntad te venga. Solo quiero paz y amor para mi vida".
Ohhhhh Dios! El no vacilo ni un
segundo para apoderarse de mi vida y mi corazón. Inmediatamente la paz de Dios
se hizo sobre mí. Llore, en mi intimidad hasta quedar dormido como un niño. Al día
siguiente, fui a la Iglesia y lo hice oficial ante el altar. Mi madre estaba
feliz. Por años había clamado a Dios por mi reconciliación. Ese día, Dios
contestaba a su clamor.
Días después, Deborah y Andrea
regresaban de vacacionar y de haber compartido unos días en la isla. Ambas
llegaron enfermas, con síntomas de Dengue. Al día siguiente, Deborah me llama
de su oficina para pedirme que recogiera a Andrea en su escuela y la llevaba al
hospital. Arranque de mi trabajo, recogí a mi hija, llegue a sala de emergencia
en donde fue diagnosticada con Dengue. Ya en la tarde, Deborah hacia su entrada
a sala de emergencia. Fue allí, que cruzamos algunas palabras y nos sonreímos.
Nos habíamos vuelto a sonreír, como solíamos hacerlo cuando por primera vez nos
enamoramos. Mi corazón se lleno de una alegría tal. Acordamos iría a buscar
almuerzo para la nena, y al montarme en mi carro le dije a Dios: “Padre,
si tú me das la oportunidad de poder conquistar el corazón de mi amada
nuevamente. Solo si crees que es prudente y si me brindas el permiso. Yo la
honraré para siempre. No le fallaré. No le faltaré. La protegeré. Pero sobre
todo Padre, si tú haces esto posible mi Dios, alabare tu nombre a los 7
vientos, no importa el lugar, el momento ni la multitud, te serviré y honraré
con todas mis fuerzas.”
Dios escucho mi clamor, y honro
mi petición. Dios me devolvió el Amor, la paz, mi familia y mi casa. Pero sobre
todas las cosas me devolvió a él. Me devolvió al camino de la vida, de la
felicidad, del amor, de la honra, de la fe.
Hace mes y medio, Deborah y yo,
volvimos a casarnos. Esta vez nuestra unión fue perfecta. Fue pactada y sellada
con la bendición y toda la aprobación de Dios.
A ti mujer, quien tienes la
oportunidad de leer éste, mi testimonio; te digo, no dejes de clamar a Dios por
tu pareja, por tu amor. Si al igual que yo, fielmente crees que Dios escogió y
destino ese hombre para ti, y en estos momentos a tu lado no se encuentra, no
dejes de clamar y declarar la palabra de Jehová sobre su vida. No importa el
tiempo, las circunstancias, el proceso. Dios te brindará la victoria. No
entregues la llave de esa vida al enemigo. El tratará de arrebatarte las llaves
de esa vida. Pero nunca las entregues. Esas llaves de la salvación y redención de
tu pareja te las otorga Dios, para que tú proclames la victoria y la bendición de
Jehová, sobre tu pareja, tus hijos, familia y futuras generaciones.
A ti hombre te digo: “Entrad
por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que
lleva a la perdición, y muchos son los que caminan por ella; 14 porque estrecha
es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la
hallan. Mateo 7:13-14
La calle, sus placeres, la fornicación
son el camino a una vida de destrucción. A una vida sin amor. Vuelve a tu amor
puro. Al amor que Dios separo para ti con todo el cuidado y detalle del mundo. Honra
tu casa, tu familia, tu esposa y tus futuras generaciones con tu presencia. Protégelos.
Hónralos. Ámalos. De tal manera, honraras a Dios.
Dios los bendiga. ¡Deborah,
Andrea y este servidor, los amamos!