Friday, January 31, 2014

De vuelta con Jesús, al Amor, a la familia y la casa

Mi testimonio
Por: Israel Acevedo

Ya han transcurrido varios meses desde mi reconciliación con el Señor. Desde ese mismo instante que decidí abrir nuevamente las puertas de mi corazón a Jesús, la gracia y las bendiciones del Todopoderoso no han cesado de tocar a las puertas de mi vida. Sin lugar a dudas, soy un hombre nuevo en Cristo. Gracias a ello, a su dirección, fortaleza, sabiduría y misericordia, hoy soy un mejor siervo, hijo, un mejor padre, pero sobretodo, soy un Mejor Esposo….

Estas son mis amadas. La Reina de mi corazón, Deborah, y
la princesa de nuestra vida, Andrea.
Deborah y yo nos conocemos desde muy jóvenes. Luego de juntos estudiar la gran parte de nuestros años de secundaria, logramos coincidir unos 5 años después de habernos graduado. Para aquel entonces, ambos ya habíamos fracasado en nuestros respectivos matrimonios. Con gran naturalidad y rapidez, Deborah y yo comenzamos una relación íntima. No tomó mucho tiempo para que ambos decidiéramos compartir un mismo techo. Meses después, ya nos enfrentábamos a la realidad de que en su vientre se gestaba el fruto de nuestra relación intima. No cabe duda que eran momentos muy felices en la vida de ambos. Más sin embargo, fue el comienzo de la decadencia de nuestra relación.

A mi vida se presentó la oportunidad de un nuevo trabajo en el área de la publicidad. Tal plaza demandaba mucho tiempo de mi persona, (tiempo que sacrificaba de mi familia) y de igual manera, mucho tiempo en la calle.

Génesis de mi perdición

La accesibilidad al alcohol, el dinero y las mujeres, entre todos los placeres carnales que brindaba la calle a mi carne, rápidamente consumieron toda forma de decencia, respeto, integridad y fidelidad para con mi esposa y familia. 

En mi primer matrimonio sufrí la decepción de un adulterio. Tras tal experiencia, comencé con un hábito de fornicación exagerado. La decepción sufrida en aquella primera relación significativa en mi vida, me hacía de la idea de que con cada mujer que me acostaba, me desquitaba de lo que me habían hecho. Qué manera tenía yo de justificar mi adicción al sexo. Que engaño había plantado el enemigo en mi cabeza. Era evidente como el diablo comenzaba a manipular y destruir mi vida.

Con cada día que pasaba, más me hundía en un mundo de fornicación desenfrenado. Ya era muy evidente para Deborah mi infidelidad, con tantas noches en la calle, y excusas irrazonables que formulaba a cada una de sus interrogantes. Rápidamente el desprecio, la insensibilidad y un odio se apoderaron de mí, y por ende nuestra relación sucumbió. Por primera vez abandoné a mi mujer, mis hijos y mi casa.

Rápidamente me envolví en un sinnúmero de relaciones, de las cuales ninguna se basaba en verdadero amor. Imagínese, que si no existía respeto para la persona a quien verdaderamente amaba, (Deborah) que respeto o sentido de compromiso podía yo tener para alguien a quien no tenia afecto.

Durante esa etapa de nuestras vidas, Deborah y yo nos envolvíamos en unas batallas increíbles. En múltiples ocasiones nos maldecimos el uno al otro. Nos declarábamos odio con cada discusión que pudiéramos tener. Aun y con todas esas batallas, yo no podía dejar de estar pendiente de ella....  Varios años pasaron, en donde más me sumergí en ese mundo irreal de la fornicación, el alcohol y hasta la prostitución.

Una vez alejado de la industria de la publicidad, mis andadas en la calle cesaron. El no estar envuelto con la clase de personas y el mundo que los envuelve, me permitió reflexionar, y de tal forma abrió las puertas para que Deborah y yo, nos reconciliáramos nuevamente. Pensaba yo, que ya estaba cansado de alborotar en las calles, y que el bienestar de mi hija y mi casa, eran mucho más importantes que lo que la calle podía ofrecerme. Para ese entonces, Deborah ya había tenido su primer encuentro con Dios, llegando a entregar su vida al Salvador. De cierta manera me sentía feliz por ella. Personalmente, a los 14 años había entregado mi corazón a Dios, y aun en mi ignorancia de aquella etapa de mi vida, sabía que era una experiencia y sensación sin igual. 

Para aquel entonces, tenía la dicha de poder trabajar desde la comodidad de mi casa, y así compartir de gran manera con mi pequeña Andrea. Deborah, en el entusiasmo de su reciente conversión al evangelio, pasaba la gran parte de su tiempo en la iglesia; cosa que a mí me incomodaba al principio. Esa fue la puerta que le abrimos al Diablo, para atacar nuevamente nuestra relación, y destruir nuestro hogar nuevamente.

Nuevamente comenzaron las batallas en el hogar, Mientras estaba solo, trabajando desde el hogar y compartiendo con mi hija una vez salía del colegio, todo marchaba con naturalidad en la casa. Tan pronto Deborah llegaba a la casa de su trabajo, el Diablo no perdía oportunidad alguna para traer consigo reyerta, desasosiego, odio y destrucción. Al cabo de un poco mas de 6 meses de casados, Deborah y yo, volvíamos a separarnos, solo para unos meses después divorciarnos.

Inmediatamente volví a caer en mi adicción sexual. Si en un pasado mi hambre por la carne, la fornicación, las depravaciones sexuales eran fuertes, en esta ocasión se hacían insaciables. Para entonces, todo mi interés era buscar mujeres para intimar sexualmente y así, tratar de apaciguar mi apetito sexual. No importaba el lugar, la hora, el día, la noche, ni tan siquiera el país, mi cacería era incesante.

Mis andadas hirieron tanto a Deborah, y de igual forma a toda mi familia. El enemigo se había apoderado de mí de tal forma, que ni tan siquiera era yo capaz de reconocer como infligía tanto dolor sobre mi familia. Mientras más Deborah y mi madre oraban por mí, más me hundía yo en un abismo que me llevaba directamente y sin escala al infierno. Aun así, no podía yo dejar de estar pendiente de Deborah...

No solo mi vida era motivada por la fornicación y deseo a la carne, estaba lleno de odio, de ira, de rencor. No había momento en la calle en que yo no vacila buscar la contienda con alguien. Cuando me cortaban el camino en la carretera, la ira invadía todo mi ser, y me movía iniciar la contienda física con cualquier hombre en la calle. Pero Dios, comenzó a hablar a mi corazón. 

Mi vida se llenaba de soledad. Nadie compartía conmigo ya. Parecía que todos me sacaban el cuerpo. Comencé entonces a decaer en mi capacidad sexual. Ya no contaba con la misma virilidad. Todos los días me daba cuenta de que no tan solo hacia el mal. Sino que todo lo que hacía no tenia significado, ni sentimiento alguno. Por más que trataba de enamorarme de otra mujer, no lograba conexión alguna con ninguna. Eso lo odiaba. Quería yo dar comienzo a una nueva vida y familia. Lloraba en mi carro a todo momento. Mi corazón se hacía sublime a la presencia de Dios, pero yo no le permitía que entrara. Dios no se cansaba, no perdía oportunidad alguna para hacerme un acercamiento. Yo sabía que la única salida; la única manera posible yo poder solucionar todo era a través de Dios, pero no le daba la oportunidad.

Decidí solicitar a Deborah una nueva oportunidad. Habíamos discutido esa posibilidad unos días antes. Estaba yo muy seguro de que así me la daría. Para mi sorpresa, ella entonces me anunciaba que habría de comenzar una nueva relación con otra persona, y que se daría la oportunidad con ella. Mi vida se desplomo en ese momento. Finalmente Deborah decidía rehacer su vida con otra persona, en el momento que yo mas deseaba enmendar mi relación con ella.

Finalmente sucumbí. Tanto Deborah, como mi hija, parecían estar muy a gusto con la nueva relación a la cual Vivian. Aun y cuando odiaba la idea  de ello, y sentía que perdía al amor de mi vida y a mi hija para siempre, entendí que era lo mejor para ellas entonces. Me sentí chiquitito, me sentí, menos hombre. Me sentí todo un fracasado de la vida. Ya tenía que acostumbrarme a la idea de que ya no había posibilidad de volver a mi amada.

No me quedaban fuerzas ya para pelear. Lloraba en la intimidad de mi habitación si cesar. Fue entonces ahí, que sentí nuevamente la voz, muy dentro de mi corazón, y decía: "vuelve a mi Israel. Mucho tiempo has pasado peleando contra todo tu solo." Es ya tiempo de que vuelvas a mi".

Sabía que era Dios quien nuevamente me llamaba. Esa vez, no vacile en caer sobre mis rodillas y decirle, "Padre por favor sálvame. Sácame de esta vida que me traga como arena movediza". No tengo más fuerzas para pelear, y ya no quiero pelear más. Te entrego mi vida para que tú hagas con ella lo que en voluntad te venga. Solo quiero paz y amor para mi vida".

Ohhhhh Dios! El no vacilo ni un segundo para apoderarse de mi vida y mi corazón. Inmediatamente la paz de Dios se hizo sobre mí. Llore, en mi intimidad hasta quedar dormido como un niño. Al día siguiente, fui a la Iglesia y lo hice oficial ante el altar. Mi madre estaba feliz. Por años había clamado a Dios por mi reconciliación. Ese día, Dios contestaba a su clamor.

Días después, Deborah y Andrea regresaban de vacacionar y de haber compartido unos días en la isla. Ambas llegaron enfermas, con síntomas de Dengue. Al día siguiente, Deborah me llama de su oficina para pedirme que recogiera a Andrea en su escuela y la llevaba al hospital. Arranque de mi trabajo, recogí a mi hija, llegue a sala de emergencia en donde fue diagnosticada con Dengue. Ya en la tarde, Deborah hacia su entrada a sala de emergencia. Fue allí, que cruzamos algunas palabras y nos sonreímos. Nos habíamos vuelto a sonreír, como solíamos hacerlo cuando por primera vez nos enamoramos. Mi corazón se lleno de una alegría tal. Acordamos iría a buscar almuerzo para la nena, y al montarme en mi carro le dije a Dios: “Padre, si tú me das la oportunidad de poder conquistar el corazón de mi amada nuevamente. Solo si crees que es prudente y si me brindas el permiso. Yo la honraré para siempre. No le fallaré. No le faltaré. La protegeré. Pero sobre todo Padre, si tú haces esto posible mi Dios, alabare tu nombre a los 7 vientos, no importa el lugar, el momento ni la multitud, te serviré y honraré con todas mis fuerzas.”         

Dios escucho mi clamor, y honro mi petición. Dios me devolvió el Amor, la paz, mi familia y mi casa. Pero sobre todas las cosas me devolvió a él. Me devolvió al camino de la vida, de la felicidad, del amor, de la honra, de la fe.

Hace mes y medio, Deborah y yo, volvimos a casarnos. Esta vez nuestra unión fue perfecta. Fue pactada y sellada con la bendición y toda la aprobación de Dios.

A ti mujer, quien tienes la oportunidad de leer éste, mi testimonio; te digo, no dejes de clamar a Dios por tu pareja, por tu amor. Si al igual que yo, fielmente crees que Dios escogió y destino ese hombre para ti, y en estos momentos a tu lado no se encuentra, no dejes de clamar y declarar la palabra de Jehová sobre su vida. No importa el tiempo, las circunstancias, el proceso. Dios te brindará la victoria. No entregues la llave de esa vida al enemigo. El tratará de arrebatarte las llaves de esa vida. Pero nunca las entregues. Esas llaves de la salvación y redención de tu pareja te las otorga Dios, para que tú proclames la victoria y la bendición de Jehová, sobre tu pareja, tus hijos, familia y futuras generaciones.

A ti hombre te digo: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que caminan por ella; 14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Mateo 7:13-14

La calle, sus placeres, la fornicación son el camino a una vida de destrucción. A una vida sin amor. Vuelve a tu amor puro. Al amor que Dios separo para ti con todo el cuidado y detalle del mundo. Honra tu casa, tu familia, tu esposa y tus futuras generaciones con tu presencia. Protégelos. Hónralos. Ámalos. De tal manera, honraras a Dios.

Dios los bendiga. ¡Deborah, Andrea y este servidor, los amamos!  



2 comments:

  1. Wao. Que testimonio más impactante. Dios siempre envía sus Angeles para que no tomemos desiciones a la prisa. Dios los continúe bendiciendo

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  2. Mis respetos hermano. Es muy valiente publicar tu maravilloso testimonio. Me causa mucha alegria que estes en los caminos del Señor. Adelante!

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